Después de mi programa “Politics Done Right”, recibí el artículo que sigue de uno de nuestros miembros de Coffee Party USA. Las palabras son de Alejandro Sánchez-Aizcorbe y Marcela Valencia Tsuchiya.
PAZ EN LA PENÍNSULA COREANA
Alejandro Sánchez-Aizcorbe y Marcela Valencia Tsuchiya
30 de marzo de 2013Los gobiernos de Estados Unidos y Corea del Norte deben zanjar sus diferencias por la vía pacífica.
La humanidad no soporta más provocaciones, sanciones económicas ni guerras.
Las sanciones económicas contra países que no comparten la ideología totalitaria del lumpencapitalismo o capitalismo delincuencial han producido millones de muertos por falta de agua potable, alimentos, medicinas. Antes que como sanciones, han de definirse como genocidios económicos y sus autores han de ser enjuiciados como genocidas.
Doblegar la disidencia de dictadores —muchas veces ex aliados de Estados Unidos y Europa— mediante la guerra, el hambre, la enfermedad y la desesperación no hace sino crear más extremistas y terroristas. Éstos, en su obnubilación, ven que sólo el terror funciona como détente de las ambiciones neo coloniales del complejo industrial militar que, como advirtió el general Eisenhower al final de su mandato, se ha convertido en cogobernante de los Estados Unidos, gozando de una influencia tan grande sustentada en una irracionalidad tan grave, que pone en severo peligro la vida de innumerables seres humanos, inclusive ellos mismos y su descendencia.
La conducta del complejo militar industrial —de hecho no limitado a los Estados Unidos de Norteamérica— es comparable a la de un escorpión clavándose el aguijón al sentirse rodeado del fuego que él mismo contribuyó a encender.
Se trata de un suicidio colectivo impuesto desde la esfera psicótica de quienes creen en la eternidad del planeta, de sus recursos naturales, del crecimiento económico y en la cobardía e inocencia ingénitas de los pueblos.
Esta mañana, un comentarista tejano, de clara raigambre libertaria, opinó: “Corea del Norte y China son lo mismo. O sea que para pelear una guerra contra Corea del Norte nosotros vamos a prestarnos dinero de la China. Con dinero chino vamos a combatir a la mismísima China.”
Más allá del terreno monetario, lo que en la península coreana se ventila es la alternativa de que el lumpenimperialismo siga jugando el juego de arrasar países enteros y conservarlos en constante estado de zozobra —Irak, Afganistán, Libia, Siria— para usufructuar de la venta de armas y los enormes negocios que supone la reconstrucción material y la “construcción de naciones” —convertida ya en disciplina universitaria.
La historia ya no tiene lugar ni tiempo para tamaña monstruosidad sin que nos conduzca a un permanente estado de distopía en el que las reducciones poblacionales drásticas —vía guerras, sanciones y enfermedades no atendidas— podrían llegar a ser moneda corriente, bajo la égida de gobernantes elegidos o no elegidos democráticamente cuyo común denominador es la lealtad servil a la corporatocracia.
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